En un hogar cristiano de la ciudad de Buenos Aires, vivía una joven familia que tenía como mascota un hermoso conejo color caramelo llamado TIMY. Este simpático animalito corría y corría por el parque de la casa y le coqueteaba al perro
de la familia vecina. Siempre listo y rápido TIMY escapaba de las fuertes mandíbulas del BOXER llamado GARY. Durante semanas TIMY se le arrimaba y en cuanto GARY le miraba éste salía corriendo saltando con una velocidad que GARY nunca podía superar. Para evitar conflictos con los vecinos el papá de la familia decidió con esfuerzo colocar una red en la medianera para evitar que TIMY se pasara a la casa vecina, previendo que algún día el perro le atraparía y le haría daño. El pequeño conejo muy intrépido fue rompiendo la red con sus dientitos y haciendo un gran hueco por el que se iba a molestar a GARY. Una tarde que la familia salió a la reunión TIMY se pasó como era su mala costumbre a chusear al perro; pero esta vez no tuvo la misma suerte, el perro le tomó imprevistamente por el cuello y le sacudió de tal manera que lo atacó dejándolo casi muerto. Es ahora que TIMY debe vivir encerrado en una jaula porque el perro GARY entra constantemente por los huecos de la red que él mismo hizo y lo busca para atacarlo. Esto nos deja una enseñanza...si coqueteamos con el enemigo y le abrimos huecos en nuestra vida para que el penetre en nosotros, algún día nos atrapará. Esta experiencia nos hizo pensar acerca de los espacios que nuestra vida deja sin llenar por el Espíritu Santo y que son aptos para el avance del enemigo que solo viene para ROBAR, MATAR y DESTRUIR. Cuántos jóvenes hoy día están pasando para el jardín vecino sin saber que se están metiendo lentamente en el terreno del enemigo (un baile, un cigarro, un porrito, un poquito de alcohol, un experiencia sexual, amistades incorrectas, etc) Que Dios ilumine sus mentes y corazones para percibir aquellos espacios que estamos abriendo al enemigo de nuestras almas.