"La decisión fue fruto de la desesperación", explicó un psicólogo al analizar las posibles razones por las cuales Scott Pierson esperó que su esposa sirviera la comida,tomó unos cuantos bocados y, aprovechando que ella fue a traerle un refresco, disparó contra ella y luego contra su bebé, que jugaba inocente en una silla cercana.
El seguimiento al itinerario que cumplió aquél día revelaba una jornada normal. Despertó antes que las luces de la mañana inundaran la ciudad, no tomó desayuno y salió raudo a su trabajo. Atendió dos reuniones, llenó algunas formas, respondió siete cartas y abandonó las instalaciones de la empresa hacia las cinco de la tarde. Era un contador público con reconocimiento entre los profesionales de la factoría.
Al parecer no demoró más de treinta minutos en llegar a casa. No discutió con su cónyuge, no hablaron de las deudas ni tampoco de los aspectos que los diferenciaban. Vio la repetición de un partido de fútbol. Leyó algunas páginas del diario y se dispuso a cenar. Fue entonces que se produjo el drama familiar.
En el juicio salió a colación que, con antelación, había manifestado estados extremos de preocupación. En cierta ocasión volcó toda la ira contra su jefe inmediato. Lo gritó y hasta amenazó con agredirlo físicamente. Lo último que hizo fue acabar con su esposa y su pequeña hija.
Una paz por encima de las dificultades
Todos los seres humanos estamos expuestos a las preocupaciones y condiciones que muchos no saben manejar hasta terminar sumidos en la desesperación. Es una situación que no ha sido ajena a la historia del hombre.
Cuando llegan momentos difíciles y nuestras fuerzas amenazan con abandonarnos, es necesario ir a Dios en procura de su ayuda, tal como lo recomendó el apóstol Pablo: "No se inquieten por nada; más bien, en toda ocasión, con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios y denle gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, cuidará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús" (Filipenses 4:6, 7. Nueva Versión Internacional).
No luche contra las preocupaciones en sus propias fuerzas. Permita que Dios obre en usted trayendo la tranquilidad que necesita. Déjelo que tome control de todas las situaciones. Él puede cambiar en curso de su historia. Permítale que obre... y la paz será realidad en su existencia.
La paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento
Dios valora aún lo poco que ofrendemos
Lo más difícil de admitir para José Duque era que habían pasado las épocas doradas en las que decenas de personas entraban al circo que construyó y
movilizó por años a través de Bolivia, y que ahora, en el poblado de Girón, al noroeste de Colombia, tenía en derredor decenas de curiosos que se apiñaban para apreciar el instante en el que, atravesado por varios ganchos, permitiera que lo elevara una grúa, dos metros por encima del suelo.
Un espectáculo cruel, en criterio de muchos, y fuera de lo común, en opinión de otros, que le permite ocasionalmente arbitrar unos pesos que destina a contribuir con la reparación de templos averiados por alguna circunstancia.
--No tengo dinero, pero lo que puedo ofrecer lo pongo al servicio de la iglesia—relató al periodista de televisión que transmitió las imágenes en las que, con un estoicismo único, ofreció su espalda para que numerosos garfios surcaran su piel, permitiendo que pueda ser izado sin causarle daño.
Quienes le ayudan son especialistas, de ahí que no produzca desgarre en los músculos ni sangrado.
Al término de las muchas jornadas ha recogido una buena suma que abre la posibilidad de aplicar reparaciones en iglesias de su país...
Un corazón desprendido
La historia de José Duque nos traslada a la época en la que, estando el Señor Jesús en el templo "Levantando los ojos, vio a los ricos que echaban sus ofrendas en el arca de las ofrendas. Vio también a una viuda muy pobre, que echaba allí dos blancas. Y dijo: En verdad os digo, que esta viuda pobre echó más que todos. Porque todos aquéllos echaron para las ofrendas de Dios de lo que les sobra; mas ésta, de su pobreza echó todo el sustento que tenía." (Lucas 21:1-4).
Nuestro amado Señor valora aquello que ofrendemos para su obra; no tiene que ser necesariamente un sacrificio ni a costa de dejar nuestra familia sin sustento para cumplir con un aporte determinado, señalado por muchos como "obligatorio" y que nos lleva a concebir una idea equivocada de Dios, quien nos ama por encima de lo que podamos dar.
Hace poco alguien me compartía su tristeza. ¿La razón? No volvió a la congregación porque el líder insistía en la obligatoriedad de hacer aportes. "Si no ofrendan, están robando a Dios", decía. Y aquel hombre cuyos ingresos son mínimos, se sentía mal porque su ofrenda era ínfima. "¿Qué opina usted?", me preguntó; mi respuesta es la misma de siempre: "Dios ama al ser humano con sus debilidades y pobreza, y no está interesado en sus riquezas. Aún si no pudiéramos dar nada, Dios nos sigue amando porque delante suyo tiene valor lo que hay en el corazón más que la disponibilidad en la cuenta de ahorros".
Naturaleza de vencedores...
José Mario perdió la visión hace nueve años en una gresca que sostuvo con alguien a quien ni siquiera conocía,pero que le miró mal y en medio de gestos y desaires, le hizo comprender lo mal que le caía. Desde entonces comenzó un prolongado y tortuoso período de oscuridad e incertidumbre para este hombre que hoy vive en Bucaramanga, una ciudad al noroeste de Colombia, y que deriva su sustento en un expendio de carnes.
Es fácil encontrarle todas las mañanas en la plaza de mercado. En su puesto de comercio se aglomeran las personas. Unos por curiosidad, otros por la calidad del producto que vende. Corta los filetes con una habilidad asombrosa, y nunca ha sufrido ni siquiera un pequeño rasguño.
¿Cómo llegó a ejercer un oficio que difícilmente atienden bien quienes gozan de la posibilidad de ver? Por tres razones, según explica. La primera, el indeclinable convencimiento de impedir que la adversidad lo venciera; la segunda, la certeza de que ninguna meta es imposible de alcanzar si Dios nos acompaña, y la tercera, la búsqueda desesperada de soluciones a la crisis económica en la que su accidente dejó a la familia.
Aunque apenas raya los treinta años de edad, José Mario se inscribió en el libro de los ganadores, de aquellos que se sobreponen a los obstáculos y luchan por salir adelante aunque tengan todo en contra.
Valore lo que tiene
Al Tagore, el célebre pensador, se atribuye estas palabras: "Si alguien llora de noche por el sol que se fue, las lágrimas no le dejarán ver la suave compensación de las estrellas".
Los cristianos tenemos por nuestra parte un principio infalible que nos guía hacia la victoria cuando todo está en contra. Está en el libro de los salmos y dice: "Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida" (Salmo 23:5).
Nuestra naturaleza de vencedores no proviene de atributos propios como la inteligencia, la sagacidad o tal vez la visión de futuro, sino de una permanente dependencia de Jesucristo que nos lleva a desarrollar el enorme potencial que el Señor puso en su vida y en la mía concedernos la vida...
Un puente sobre el tiempo...
El texto lo adquirió en una librería donde vendían ejemplares de segunda mano. Lo encontró en la parte superior, dondese ubican los tratados que, en criterio de los dueños del negocio, difícilmente tendrán comprador. "Me enseña ése, por favor" dijo señalando el manual. Estaba empastado en material fino, de color rojo, sin que pudiera ignorar el paso del tiempo en la encuadernación.
La novela era estupenda. No podía apartar sus ojos del relato que le llevó a viajar en el tiempo hasta la época de la colonia en América. No podía dejar de imaginar cómo eran los muelles, algunos de madera y otros empedrados como el de Cartagena, los carruajes, las casas inmensas con portones de madera labrada y patios inmensos adornados por jardines interminables y fuentes de agua que bañaban de frescura los atardeceres calurosos.
Le llamó la atención la forma de describir cada hecho. Y decidió averiguar más sobre el autor. No había mayor información. Entonces tomó la determinación de escribir al autor, que de acuerdo con la biografía, había muerto un siglo atrás. Se dirigió a la dirección postal que aparecía en la solapa del libro. Lo sorprendente es que recibió respuesta, tres semanas después. La carta estaba escrita a mano, con pluma y con sellos antiquísimos que pudo intuir, eran de la época.
Fue así como nació una amistad que jamás soñó, y a través del escritor pudo viajar en el tiempo, construyendo un puente hacia el pasado con alguien a quien nunca conocería personalmente pero que, a través de sus misivas, le describía cuál era el ambiente, las circunstancias y las personas que le rodeaban.
¿Imposible? Estamos de acuerdo. Humanamente es improbable que una situación así ocurra, pero no es inverosímil que ocurra en el mundo infinito e ilimitado de la imaginación. Al repasar esta historia que me surgió un atardecer cualquiera en Santiago de Cali, meditaba en que, desde la perspectiva cristiana, sí es posible conocer qué ocurrió en la antigüedad. La posibilidad se abre cuando buscamos en los diferentes libros de la Biblia.
Dios habla a su pueblo
A través de las Escrituras Dios nos habla, nos consuela, nos guía, nos muestra el camino a seguir cuando creemos estar inmersos en una encrucijada o cuando hemos descubrimos que hay infinidad de principios y valores que debemos aprender y asimilar en nuestra existencia. ¿Cuál es la seguridad que tenemos de que la Biblia es la Palabra de nuestro amado Señor? La seguridad estriba en que cada palabra fue inspirada ya que "... nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo" (2 Pedro 1:21).
Y además, es a través de los pasajes bíblicos que usted y yo, como en el relato que ilustra la meditación, podemos eliminar la frontera que nos separa de los escritores originales y conocer sus experiencias, costumbre, temores y victorias.