Hace varios meses ví un filme que me hizo reflexionar tremendamente sobre las consecuencias de separarse del amparo de nuestro Padre y confiarnos en nuestras propias fuerzas y capacidades. La trama se desarrollaba en un pequeño pueblo donde el hobby era el alpinismo. Durante todo el filme un padre lleno de amor trataba de hacer llegar desde muy lejos en una nevera un hígado que sería transplantado a su hijo menor, el cual había sufrido un accidente al escalar una montaña. El niño tenía una hermana que sufría mucho pues se creía culpable de la caída de su pequeño hermano. El punto de reflexión llega en los minutos finales del filme durante un dialogo entre estos tres personajes. Hermana mayor: Siento que haya sido mi culpa, no sé que pudo haber pasado ya que yo siempre le había revisado los amarres y nunca se había caído. Padre: Hija yo siempre los revisaba después que tú los hacías y esta vez lo hice nuevamente, quizás cometí algún error. Hijo menor: Papá no te culpes porque yo después que tu revisaste las amarras las safé y las hice nuevamente para demostrar que solo era suficientemente capaz para lograrlo. Nuestro Padre celestial es Soberano sobre nuestras vidas y no deja nada al azar preocupándose por cada detalle en ellas. Cuando rebeldemente confiamos más en nuestras limitadas capacidades que en Su poder, Amor y Justicia caemos desde lo alto de la montaña y sufrimos traumatismos severos que solo nuestro Padre puede sanar con la preciosa y limpia sangre de Cristo Jesús por medio de Su Gracia redentora e infinita misericordia. "...porque separados de mí nada podéis hacer."(Juan 15:5b)