El hijo del Capitán Un barco pesquero se disponía a zarpar hacia un día de trabajo, entre la tripulación iba el hijo del capitán que a la vez es era el dueño del barco. Ya estando en alta mar una tormenta sacudió con furia la embarcación, las fuertes olas hicieron que el barco chocara contra un arrecife de coral abriendo éste una hueco en el casco del barco; enseguida el agua empezó a entrar violentamente amenazando con hundir el navío, todos los tripulantes comenzaron a gritar:-!Auxilio, nos hundimos que alguien nos ayude¡- De repente el hijo del capitán le dijo a su padre:-!Papá, yo iré a tratar de hacer algo!- El viejo capitán accedió, el joven bajó hasta la bodega del barco. Pasado un lapso de tiempo todos comenzaron a notar que el barco ya no se hundía y gritaron de alegría, pero el hijo del capitán no regresó jamás, dándose por ahogado. Cuando el barco fue sacado al astillero para ser reparado, la tripulación y los que iban a repararlo con gran asombro y tristeza vieron el cuerpo del hijo del capitán estaba trabado en el boquete que se había abierto. El muchacho sabía que nada se podía hacer por reparar el daño, así que en un esfuerzo y sacrificio el joven tapó con su propio cuerpo el hoyo. Hermanos, así mismo Cristo en un sacrificio de amor, tapó con su cuerpo el hueco de nuestra alma por donde las aguas de la condenación eterna nos amenazaban con ahogarnos el la lúgubre eternidad sin Dios, con cierta razón alguien dijo que el vacío del corazón del hombre es del tamaño de Dios.