Un hombre muy materializado quiso hacer grandes ahorros a fin de llegar a ser muy rico. Mando hacer una urna de metal, sellada por todos lados y con solo una ranura muy estrecha por donde depositar billetes. Esto lo hizo porque no confiaba en los bancos. Trabajó duramente por muchos años y con frecuencia depositaba billetes de alta denominación. Cuando al paso del tiempo consideró que ya era rico y que era el tiempo de disfrutar de sus haberes, trajo a un cerrajero para que abriera la urna, lo cual se tuvo que hacer cortando la tapa por medio de un soplete. Al quedar abierta el hombre despidió al cerrajero y vació la urna esperando encontrar miles de billetes. Muy grande fue su sorpresa al darse cuenta de que su fortuna se reducía a un montón de papelitos sin ningún valor... La polilla se había comido todos los billetes. Aquel hombre se volvió loco y murió poco después sin recobrar la razón. Cuanta razón tiene el Señor Jesucristo cuando dice: "No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. porque donde esté vuestro tesoro. allí estará también vuestro corazón" (Mateo 6:l9-21)