Al vecino de enfrente todos lo identificaron como cristiano evangélico desde que llegó al barrio. Alegre, extrovertido, dispuesto a ayudar a los demás, decente al hablar y ajeno a toda palabra soez. A la imagen que ofreció entre las gentes del sector se sumaba la enorme Biblia, con canto dorado y letras plateadas, que a metros permitía identificarle como asistente a algún servicio religioso.
Todo marchó bien hasta el día en que, próximo a navidad, abrió las puertas de su casa para recibir invitados. Celebraban el cumpleaños de su esposa. Hasta allí, todos pensaban que era normal. ¿Qué de malo tenía que arreglaran la sala con globos de colores, compartieran un pedazo de pastel, tomaran fotografías y compartieran anécdotas? Luego vino la música y el argumento de que "unos cuantos traguitos no venían mal".
--¿Tuvo fiesta anoche?—le dijeron con diplomacia para enfatizar que no solo escuchó ritmos de salsa y merengue a todo volumen, sino que además, no dejaron dormir a nadie con la algarabía.
--Una reunión familiar—explicó--: Ser cristiano implica también divertirse--.
Cuando llegó la Feria de Santiago de Cali, famosa en todo el mundo por el ambiente carnavalesco que se percibe en todas partes, llegó un amanecer pasado de alcohol. Lo vio el celador de la cuadra y lo compartió con varias personas:
--El evangélico se emborrachó anoche. Llegó prendiéndose de las paredes para no caerse—murmuró con un dejo de burla en la voz.
Esa metamorfosis que tomó un cariz acelerado, sin que él por supuesto dejara de ostentar su condición de creyente, avanzó hasta el día en que al visitarle alguien, comprobó que tenía imágenes a las cuales había encendido veladoras.
--Uno tiene que ayudarse—aseguró para explicar lo bochornoso de la situación.
Nadie sabe qué pasó con el vecino, lo cierto es que un domingo se marchó.
--Espero que conozcan a Cristo personalmente—les dijo a todos los que fueron a despedirle.
Ana Martínez, una mujer católica de tiempo atrás, se persignó y dijo:
--Ni loca que estuviera... Si así son los evangélicos, bebedores y desordenados, prefiero seguir donde estoy—¿Cómo anda su testimonio de vida?
Cuando nos confrontamos con nuestra fe, mediante un examen cuidadoso y honesto, es probable que identifiquemos fallas pero también, los correctivos que con ayuda de Dios debemos aplicar.
Jamás debemos olvidar que, como creyentes en Cristo, estamos llamados a ser ejemplo, tal como lo advirtió el apóstol Pablo a uno de sus discípulos: "Exhorta asimismo a los jóvenes a que sean prudentes; presentándote tú en todo como ejemplo de buenas obras; en la enseñanza mostrando integridad, seriedad, palabra sana e irreprochable, de modo que el adversario se avergüence, y no tenga nada malo que decir de vosotros." (Tito 2:6-8).Vivir a Cristo es renovarse de día en día y lo logramos, en la medida en que evaluamos errores y buscamos corregirlos con ayuda del Creador.