Dios ama la justicia

No pudo dormir aquella noche. Tampoco a la siguiente. Para ser sinceros, nunca más. Si bien conciliaba el sueño, era por muy pocas horas. Hasta que lo vencía el cansancio y, apenas sentía algo de relajamiento, abría los ojos para encontrarse con la penumbra de la habitación, espaciosa y desolada, y un enorme reloj despertador junto a la mesita de noche que amenazaba con enloquecerlo al repetir incesante el tic-tac que llegaba a lo más profundo de su cerebro.
Y no pudo dormir en paz nunca más, porque en cierta ocasión cuando le llamaron a atestiguar sobre un crimen, señaló con su mano al hombre que vendía carbón en la plaza de mercado. "Fue él. Yo lo vi anoche. No me cabe la menor duda". Y lo encarcelaron. De nada valió el llanto del desdichado ni sus juramentos. Nada. Lo condenaron. Por muchos años. Hasta perdió la cuenta.
El autor era conocido, pero él no lo quiso delatar. Era el más acaudalado del pueblo. Y le pagó mucho dinero. Le sirvió para comprarse una casa enorme a la salida del poblado, y dos docenas de cabezas de ganado. Vendió su conciencia, pero la conciencia no lo dejaba en paz.
Un día el reo se ahorcó. Lo hizo en la celda. Los guardias descubrieron el cuerpo apenas amaneció. Estaba aún con rostro de aburrimiento. Temía sin duda, que ni la misma muerte creyera su versión de que era inocente.
El acusador no duerme. No volverá a hacerlo. En su cara se aprecian las señales de los interminables desvelos. Enormes ojeras lo acompañan. Son su mayor verdugo cuando se mira al espejo...
Dios no ama ni acepta la injusticia
Nuestro amado Dios, es un Dios justo. No se complace ni acepta el que se cometan injusticias. Él es un juez que, en su momento oportuno, saca a la luz quién es el verdadero culpable.
Cuando vamos a la Biblia leemos que: "Dios se levanta en la asamblea divina y dicta sentencia en medio de los dioses. " ¿Hasta cuándo harán ustedes juicios falsos y se pondrán de parte de los malvados? ¡Hagan justicia al débil y al huérfano! ¡Hagan justicia al pobre y al necesitado! ¡Liberen a los débiles y a los pobres y defiéndanos de los malvados!" (Salmo 82:1-4. Versión Popular).
Es probable que usted haya obrado injustamente con alguien. Le causó dolor y daño con sus acciones. Sin embargo está a tiempo de reconocer su error y, con ayuda del Señor, resarcir el error.
Es probable que haya sido injusto con su cónyuge, un hijo o alguien familiar. Un compañero de trabajo o un vecino. Pues bien, si lo que anhela es agradar a Dios, es hora de arrepentirse y aplicar correctivos a sus acciones...