La estación ferroviaria de Shimonoseki, en Tokio, se levantaba imponente ante sus ojos. Siempre había dormido al amparo de sus umbrales. Es más, en muchas ocasiones la consideró su casa, y hasta sentía molestia cuando, sin "su consentimiento", le cambiaban el color de la pintura que cubría las paredes.
Para quienes pasaban a su lado, él era un mendigo, un problema. Para él, que se miraba en los escaparates de los almacenes aprovechando el reflejo de los vidrios, era un soñador y un bohemio que vivía estimulado por sus sueños. "¿Qué importa lo que opine todo el mundo si yo soy feliz así?", solía repetir.
Pero una noche este vagabundo de 74 años tomó una decisión que jamás siquiera imaginó que cruzaría por su mente. Incendió la gigantesca estructura, una de las más importantes del suroeste japonés.
Y como si se tratara de un espectáculo de fin de año, se quedó apreciando cómo las llamas de diferentes colores, ora azuladas, rojas, violeta o amarillas, iban arrasando con todo a su paso. Las pérdidas fueron millonarias. El edificio de madera quedó reducido a cenizas.
Cuando las autoridades lo retuvieron, se limitó a decir que lo hizo bajo el estado de irritación. "Estaba con hambre y enfadado, y de alguna manera debía desahogar mi rabia", expresó.
¿Cuáles son tus reacciones?Los seres humanos reaccionamos conforme a lo que hay dentro de nosotros. El Señor Jesús lo expresó de manera sabia y divina al decir: "Los ojos son la lámpara del cuerpo; así que, si tus ojos son buenos, todo tu cuerpo tendrá luz; pero si tus ojos son malos, todo tu cuerpo estará en oscuridad. Y si la luz que hay en ti resulta ser oscuridad, ¡qué será de la oscuridad misma!" (Mateo 6:22, 23. Versión Popular)
Todo parte de la perspectiva que tengamos de la vida. Si nos alimentamos de negativismo, todo lo apreciaremos desde un prisma negativa. Si llenamos el corazón de rencor, sin duda responderemos a cualquier estímulo con rencor. Si animados la violencia en nuestro ser, seremos hombres y mujeres violentos. ¿La razón? Esas son las semillas que estamos sembrando en lo más profundo de nuestra vida y nuestros frutos serán iguales.
¿Ha pensado en la necesidad de cambiar? Sin duda que sí. Está bien que lo haga. No mañana sino hoy mismo. Ahora. Y, ¿cómo hacerlo? La respuesta es muy sencilla. Reciba al Señor Jesucristo en su corazón como el único y suficiente Salvador. Él traerá cambio a su ser. Todo será diferente. ¡Anímese! Hoy es el día para emprender esa transformación que tanto anhela...