A lo largo de la humanidad han existido entre nosotros pequeños seres, su altura oscila entre los 30 Cm. y 1 M. aproximadamente. Sus rostros varía de color dependiendo del lugar que habitan, son impresionables y tienen características muy peculiares que llaman la atención: Son muy inteligentes e inquisitivos, cada vez les gusta usar nuevas habilidades y son muy sensibles en su ambiente, son ruidosos y agresivos, algunas veces no pueden controlar sus emociones y son incansables, ya que son dotados de una energía especial, siempre viven en el presente. Los especialistas dicen que tienen la capacidad de razonar y por ello captan ideas abstractas, algunos estudiosos de estos pequeños seres dicen que quieren ser buenos, de hecho, son muy compasivos y se ha podido comprobar que si tú tienes contacto con ellos son muy amigables, el nombre que principalmente se les ha dado es "niños", aunque algunas veces se les llama chamacos, mocosos, escuincles, etc. Son el gran regalo que Dios ha dado a la humanidad, ni por un momento podría imaginar qué sería si no los tuviéramos, ya que son la alegría de cada hogar, son sonrisas nos transmiten vida y paz, porque son la expresión perfecta de la ternura y amor de Dios, son inquietos, traviesos y activos, lo que demuestra buena salud, es muy cierto que a veces tienen actitudes negativas e incontrolables, pero es porque son el reflejo de lo que han aprendido de nosotros o quizás no hemos sabido educarlos. Un niño nunca olvidará el rostro de aquél que le toma en cuenta y lo trata como persona dándoles su lugar, ellos merecen respeto como cualquier adulto. Jesús fue el máximo ejemplo de respeto y amor hacia ellos al decir: Cualquiera que reciba en mi nombre a un niño como este, a mí me recibe. Ellos necesitan mucha atención y cuidado, no sólo sirven para hacer mandados, son muy inteligentes y son capaces de ayudarnos en otras tareas manuales, sólo que no les hemos dado la oportunidad de demostrárnoslo. Cuando se les promete algo como: un juguete, llevarlos al cine, etc. hay que cumplirles a costa de los que sea, porque un niño nunca olvida y puede crecer con amargura si no se les cumple, ese es el caso de cientos de adultos que viven atados al pasado porque nunca recibieron las promesas de sus padres en su infancia.