Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos Iban Jesús y los apóstoles por el desierto... Se paran en un valle rocoso y Jesús dice: Tomad cada uno una piedra. Todos tomaron una piedra grande, menos Judas que tomó una pequeña. A la hora de comer, Pedro pregunta: ¿Señor, cuando comemos? Entonces Jesús dice: cada una de las piedras que habéis tomado se convertirá en un bocata de jamón serrano. Todos miran en sus bolsillos y ven un pedazo de bocata, menos Judas, que tiene una miga de pan. Al día siguiente vuelven al mismo valle, y sin que nadie diga nada, Judas saca una cuerda del bolsillo y ata una piedra de 20 kg. Todos siguen caminando sin decir nada, y a la hora de comer, Judas, hecho polvo y empapado en sudor, se acerca a Jesús y pregunta: ¿Cuando comemos? y Jesús responde: ¡¡¡Pedro... saca los bocatas!!! "Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová." Isaías 55:8
La Ofrenda
La Ofrenda Un día cierto niño se dirigía a la Escuela Dominical, su madre le había dado dos monedas, una era para ofrendar y la otra era para uso personal de él. Al ir
el niño por el camino hacia la Iglesia, tomó una de las monedas y comenzó a jugar con ella, corría y lanzaba la moneda hacia arriba, a cierta distancia antes de llegar a la Iglesia, el niño tiro nuevamente la moneda hacia arriba y no pudo controlarla en el aire, cayendo ésta al suelo y rodó por la cera de la calle, a tal punto que sin poder evitarlo, la moneda se fue dentro de un tragadero de agua, el niño al ver que era imposible recuperar la moneda, estaba muy preocupado, pero de pronto su rostro volvió alegrarse, y dijo, bueno, Señor, que lastima fue tu moneda la que se me fue dentro del tragadero de agua. ¿Cuantas veces tu has pensado darle una ofrenda al Señor, y cuando vas a entregarla a la Iglesia, te detienes y quitas parte de la cantidad que ibas a entregar? ¿Cuántas veces has dado a tus hijos, esposa y/o amigo, familia, lo que ibas a entregar como ofrenda, para ayudar según tu a la otra persona? La Palabra de Dios dice mejor es que no prometas, y no que prometas y no cumplas, porque Dios no se agrada de los insensatos. Recuerda lo que tu y yo sembramos eso es lo que cosechamos. Dios te bendiga.
El Banco del Señor
Meditando en mi habitación de las grandes bendiciones del Señor, pensé en el enorme banco celestial del Señor, y recordé cuando abrí mi primera cuenta bancaria al depositar un día todo el fruto de mi trabajo "mis primicias", mi cuenta va creciendo día a día a través de cada "diezmo" que deposito en ese gran banco y sé que cada vez que siembro en el reino de los cielos el interés que recibo del banco es mayor, de la misma forma siempre aporto con gozo mis "ofrendas" pues estoy convencido que esto es una gran bendición, mi dinero está muy bien administrado porque lo tengo a plazo fijo y sólo puedo disponer de él, cuando Dios sabe que lo necesito y esto me hace apreciar el propósito del Señor al permitirme depositar mi dinero en su gran banco celestial para generar intereses y confiar que mi cuenta nunca estará vacía, por el contrario, a cada cheque que extiendo le pongo los ceros que yo quiero.
El día en que Jesús guardo silencio
Aún no llego a comprender cómo ocurrió, si fue real o un sueño. Solo recuerdo que ya era tarde y estaba en mi sofá preferido con un buen libro en la mano. El cansancio me fue venciendo y empecé a
cabecear. En algún lugar entre la semiinconsciencia y los sueños, me encontré en aquel inmenso salón, no tenía nada en especial salvo una pared llena de tarjeteros, como los que tienen las grandes bibliotecas. Los ficheros iban del suelo al techo y parecía interminable en ambas direcciones. Tenían diferentes rótulos. Al acercarme, me llamó la atención un cajón titulado: "Muchachas que me han gustado". Lo abrí descuidadamente y empecé a pasar las fichas. Tuve que detenerme por el impresión, había reconocido el nombre de cada una de ellas: ¡se trataba de las muchachas que a MÍ me habían gustado! Sin que nadie me lo dijera, empecé a sospechar de donde me encontraba. Este inmenso salón, con sus interminables ficheros, era un crudo catálogo de toda mi existencia. Estaban escritas las acciones de cada momento de mi vida, pequeños y grandes detalles, momentos que mi memoria había ya olvidado. Un sentimiento de expectación y curiosidad, acompañado de intriga, empezó a recorrerme mientras abría los ficheros al azar para explorar su contenido. Algunos me trajeron alegría y momentos dulces; otros, por el contrario, un sentimiento de vergüenza y culpa tan intensos que tuve que volverme para ver si alguien me observaba. El archivo "Amigos" estaba al lado de "Amigos que traicioné" y "Amigos que abandoné cuando más me necesitaban". Los títulos iban de lo mundano a lo ridículo. "Libros que he leído", "Mentiras que he dicho", "Consuelo que he dado", "Chistes que conté", otros títulos eran: "Asuntos por los que he peleado con mis hermanos", "Cosas hechas cuando estaba molesto", "Murmuraciones cuando mamá me reprendía de niño", "Videos que he visto"... No dejaba de sorprenderme de los títulos. En algunos ficheros habían muchas mas tarjetas de las que esperaba y otras veces menos de lo que yo pensaba. Estaba atónito del volumen de información de mi vida que había acumulado. ¿Sería posible que hubiera tenido el tiempo de escribir cada una de esas millones de tarjetas? Pero cada tarjeta confirmaba la verdad. Cada una escrita con mi letra, cada una llevaba mi firma. Cuando vi el archivo "Canciones que he escuchado" quedé atónito al descubrir que tenía más de tres cuadras de profundidad y, ni aun así, vi su fin. Me sentí avergonzado, no por la calidad de la música, sino por la gran cantidad de tiempo que demostraba haber perdido. Cuando llegué al archivo: "Pensamientos lujuriosos" un escalofrío recorrió mi cuerpo. Solo abrí el cajón unos centímetros.. Me avergonzaría conocer su tamaño. Saqué una ficha al azar y me conmoví por su contenido. Me sentí asqueado al constatar que "ese" momento, escondido en la oscuridad, había quedado registrado... No necesitaba ver más... Un instinto animal afloró en mí. Un pensamiento dominaba mi mente: Nadie debe de ver estas tarjetas jamás. Nadie debe entrar jamás a este salón.. ¡Tengo que destruirlo!. En un frenesí insano arranqué un cajón, tenía que vaciar y quemar su contenido. Pero descubrí que no podía siquiera desglosar una sola del cajón. Me desesperé y trate de tirar con mas fuerza, sólo para descubrir que eran mas duras que el acero cuando intentaba arrancarlas. Vencido y completamente indefenso, devolví el cajón a su lugar. Apoyando mi cabeza al interminable archivo, testigo invencible de mis miserias, y empecé a llorar. En eso, el título de un cajón pareció aliviar en algo mi situación: "Personas a las que les he compartido el Evangelio". La manija brillaba, al abrirlo encontré menos de 10 tarjetas. Las lagrimas volvieron a brotar de mis ojos. Lloraba tan profundo que no podía respirar. Caí de rodillas al suelo llorando amargamente de vergüenza. Un nuevo pensamiento cruzaba mi mente: nadie deberá entrar a este salón, necesito encontrar la llave y cerrarlo para siempre. Y mientras me limpiaba las lagrimas, lo vi. ¡Oh no!, ¡por favor no!, ¡El no!, ¡cualquiera menos Jesús!. Impotente vi como Jesús abría los cajones y leía cada una de mis fichas. No soportaría ver su reacción. En ese momento no deseaba encontrarme con su mirada. Intuitivamente Jesús se acercó a los peores archivos. ¿Por qué tiene que leerlos todos? Con tristeza en sus ojos, buscó mi mirada y yo bajé la cabeza de vergüenza, me llevé las manos al rostro y empecé a llorar de nuevo. El, se acerco, puso sus manos en mis hombros. Pudo haber dicho muchas cosas. Pero el no dijo una sola palabra. Allí estaba junto a mí, en silencio. Era el día en que Jesús guardó silencio... y lloró conmigo. Volvió a los archivadores y, desde un lado del salón, empezó a abrirlos, uno por uno, y en cada tarjeta firmaba su nombre sobre el mío. ¡No!, le grité corriendo hacia El. Lo único que atiné a decir fue solo ¡no!, ¡no!, ¡no! cuando le arrebaté la ficha de su mano. Su nombre no tenía por que estar en esas fichas. No eran sus culpas, ¡eran las mías! Pero allí estaban, escritas en un rojo vivo. Su nombre cubrió el mío, escrito con su propia sangre. Tomó la ficha de mi mano, me miró con una sonrisa triste y siguió firmando las tarjetas. No entiendo como lo hizo tan rápido. Al siguiente instante lo vi cerrar el último archivo y venir a mi lado. Me miró con ternura a los ojos y me dijo: Consumado es, está terminado, yo he cargado con tu vergüenza y culpa. En eso salimos juntos del Salón. Salón que aún permanece abierto. Porque todavía faltan más tarjetas que escribir... Aún no se si fue un sueño, una visión, o una realidad... Pero, de lo que si estoy convencido, es que la próxima vez que Jesús vuelva a ese salón, encontrará más fichas de que alegrarse, menos tiempo perdido y menos fichas vanas y vergonzosas.
Pequeños seres
A lo largo de la humanidad han existido entre nosotros pequeños seres, su altura oscila entre los 30 Cm. y 1 M. aproximadamente. Sus rostros varía de color dependiendo del lugar que habitan, son impresionables y tienen características muy peculiares que llaman la atención: Son muy inteligentes e inquisitivos, cada vez les gusta usar nuevas habilidades y son muy sensibles en su ambiente, son ruidosos y agresivos, algunas veces no pueden controlar sus emociones y son incansables, ya que son dotados de una energía especial, siempre viven en el presente. Los especialistas dicen que tienen la capacidad de razonar y por ello captan ideas abstractas, algunos estudiosos de estos pequeños seres dicen que quieren ser buenos, de hecho, son muy compasivos y se ha podido comprobar que si tú tienes contacto con ellos son muy amigables, el nombre que principalmente se les ha dado es "niños", aunque algunas veces se les llama chamacos, mocosos, escuincles, etc. Son el gran regalo que Dios ha dado a la humanidad, ni por un momento podría imaginar qué sería si no los tuviéramos, ya que son la alegría de cada hogar, son sonrisas nos transmiten vida y paz, porque son la expresión perfecta de la ternura y amor de Dios, son inquietos, traviesos y activos, lo que demuestra buena salud, es muy cierto que a veces tienen actitudes negativas e incontrolables, pero es porque son el reflejo de lo que han aprendido de nosotros o quizás no hemos sabido educarlos. Un niño nunca olvidará el rostro de aquél que le toma en cuenta y lo trata como persona dándoles su lugar, ellos merecen respeto como cualquier adulto. Jesús fue el máximo ejemplo de respeto y amor hacia ellos al decir: Cualquiera que reciba en mi nombre a un niño como este, a mí me recibe. Ellos necesitan mucha atención y cuidado, no sólo sirven para hacer mandados, son muy inteligentes y son capaces de ayudarnos en otras tareas manuales, sólo que no les hemos dado la oportunidad de demostrárnoslo. Cuando se les promete algo como: un juguete, llevarlos al cine, etc. hay que cumplirles a costa de los que sea, porque un niño nunca olvida y puede crecer con amargura si no se les cumple, ese es el caso de cientos de adultos que viven atados al pasado porque nunca recibieron las promesas de sus padres en su infancia.