El Placer del Señor por los nombres

El pasillo está en silencio excepto por las ruedas del balde y los pies que va arrastrando el viejo. Ambos suenan cansados.
Ambos conocen estos pisos. ¿Cuántas noches los ha limpiado Roberto? Siempre cuidando de limpiar los rincones. Siempre cuidadoso de colocar su letrero amarillo de advertencia debido a los pisos mojados. Siempre se ríe al hacerlo. «Cuidado todos», se ríe para adentro, sabiendo que no hay nadie cerca.
No a las tres de la mañana.
La salud de Roberto ya no es la de antes. La gota siempre lo mantiene despierto. La artritis lo hace renguear en el trabajo. Sus Lentes son tan gruesas que sus globos oculares aparentan ser el doble de su tamaño real. Sus hombros están caídos. Pero realiza su trabajo. Empapa el piso con agua jabonosa. Limpia las marcas de los tacones que han dejado los abogados de paso firme. Acabará su tarea una hora antes de la hora de irse. Siempre finaliza temprano. Ha sido así durante veinte años.
Cuando acabe guardará su balde y se sentará afuera de la oficina del socio de mayor antigüedad y esperará. Nunca se va temprano. Podría hacerlo. Nadie lo sabría. Pero no lo hace.
Una vez quebrantó las reglas. Nunca más.
A veces, si la puerta está abierta, entra a la oficina. No por mucho tiempo. Sólo para mirar. La oficina es más grande que su casa. Recorre con su dedo el escritorio. Acaricia el sofá de suave cuero. Se queda de pie ante la ventana y observa mientras el cielo gris se torna dorado. Y recuerda.
Una vez tuvo una oficina como esta.
Por allá cuando Roberto era Robert. En aquel entonces el encargado de limpieza era un ejecutivo. Hace mucho tiempo. Antes del turno nocturno. Antes del balde de limpiar. Antes del uniforme de mantenimiento. Antes del escándalo.
Roberto ya no piensa mucho en el asunto. No hay razón para hacerlo. Se metió en dificultades, lo despidieron y se fue de allí. Eso es todo. No hay muchos que sepan del asunto. Mejor así. No hay necesidad de decirles nada al respecto. Es su secreto.
La historia de Roberto, dicho sea de paso, es real. Cambié el nombre y un detalle o dos. Le asigné un trabajo diferente y lo ubiqué en un siglo diferente. Pero la historia es verídica. La has escuchado. La conoces. Cuando te dé su verdadero nombre, te acordarás.
Pero más que una historia verdadera, es una historia común. Es una historia sobre un sueño accidentado. Es una historia de un choque entre esperanzas elevadas y duras realidades.
Les sucede a todos los soñadores. Y como todos hemos soñado, nos sucede a todos.
En el caso de Roberto, se trataba de un error que nunca podría olvidar. Un grave error. Roberto mató a alguien. Se encontró con un matón que golpeaba a un hombre inocente y Roberto perdió el control. Asesinó al asaltante. Cuando se corrió la voz, Roberto se fue.
Roberto prefiere esconderse antes que ir a la cárcel. De modo que corrió. El ejecutivo se convirtió en un fugitivo.
Historia verídica. Historia común. La mayoría de las historias no llega al extremo de la de Roberto. Pocos pasan sus vidas huyendo de la ley. Muchos, sin embargo, viven con remordimientos.
«Podría haber tenido una beca para la universidad», me dijo un hombre la semana pasada estando en el área de salida. «Tuve una oferta apenas salí de la secundaria. Pero me uní a una banda de rock. Al final nunca fui. Ahora estoy atrapado reparando puertas de garaje».
«Ahora estoy atrapado». Epitafio de un sueño fuera del riel.
Toma un almanaque de la escuela secundaria y lee la frase de «Lo que quiero hacer» debajo de cada retrato. Te marearás al respirar el aire enrarecido de visiones de cumbres de montañas:
«Estudiar en universidad de renombre».
«Escribir libros y vivir en Suiza».
«Ser médico en país del Tercer Mundo».
«Enseñar a niños en barrios pobres».
Sin embargo, lleva el almanaque a una reunión de ex compañeros a los veinte años de graduados y lee el siguiente capítulo. Algunos sueños se han convertido en realidad, pero muchos no. Entiende que no es que todos deban concretarse. Espero que ese pequeñito que soñaba con ser un luchador de sumo haya recuperado su sentido común. Y espero que no haya perdido su pasión durante el proceso. Cambiar de dirección en la vida no es trágico. Perder la pasión sí lo es.
Algo nos sucede en el trayecto. Las convicciones de cambiar el mundo se van degradando hasta convertirse en compromisos de pagar las cuentas. En lugar de lograr un cambio, logramos un salario. En lugar de mirar hacia adelante, miramos hacia atrás. En lugar de mirar hacia afuera, miramos hacia adentro.
Y no nos agrada lo que vemos.
A Roberto no le gustaba. Roberto veía a un hombre que se había conformado con la mediocridad. Habiendo sido educado en las instituciones de mayor excelencia de su pais, trabajaba sin embargo en el turno nocturno de un trabajo de salario mínimo para no ser visto de día.
Pero todo eso cambió cuando escuchó la voz que provenía del balde. (¿Mencioné que esta historia es verídica?)

Al principio pensó que la voz era una broma. Algunos de los hombres del tercer piso hacen bromas de este tipo.
-Robert, Robert -llamaba la voz.

Roberto giró. Ya nadie le decía Robert.
- Robert, Robert.
Giró hacia el balde. Resplandecía. Rojo brillante. Rojo ardiente. Podía percibir el calor a dos metros de distancia. Se acercó y miró hacia adentro. El agua no hervía.

-Esto es extraño -murmuró Roberto al acercarse un paso más para poder ver con mayor claridad. Pero la voz lo detuvo.

-No te acerques más. Quítate el calzado. Estás parado sobre baldosa santa.

De repente Roberto supo quién hablaba.

-¿Dios?
No estoy inventando esto. Sé que piensas que sí lo hago. Suena alocado. Casi irreverente. ¿Dios hablando desde un balde caliente a un conserje de nombre Roberto? ¿Sería creíble si dijese que Dios le hablaba desde una espino ardiente a un pastor llamado Moisés?
Es la historia de Moisés..No es Roberto..es Moisés y la historia podría repetirse y podrías ser tu.

Ya no huyas..Aún hay una nueva oportunidad.

Max Lucado, M. 2001. Cuando Dios susurra tu nombre . Caribe-Betania Editores: Nashville
Oyendo Faraón acerca de este hecho, procuró matar a Moisés; pero Moisés huyó de delante de Faraón, y habitó en la tierra de Madián. Exo 2:15

Viendo el Señor que él iba a ver, lo llamó Dios de en medio de la zarza, y dijo: !!Moisés, Moisés! Y él respondió: Heme aquí. Exo 3:4

Y Dios le dijo: Yo soy el Dios de tu padre, Dios de Abraham, Dios de Isaac, y Dios de Jacob. Entonces Moisés cubrió su rostro, porque tuvo miedo de mirar a Dios. Exo 3:6

Tu que harás, esta historia es verdad. Le pusiste tu nombre al protagonista. Al Señor le place ponerte el nombre que el desea. Dios te bendiga.