El reloj que tantas veces le pareció hermoso y que le traía gratos recuerdos de aquél cumpleaños cuando sus hijos se lo regalaron, envuelto en fino papel, hoy era su peor enemigo. Marcaba un retraso, en su hora de levantarse, en el tiempo de tomar el autobús y, por supuesto, en el límite que tenía para entrar a trabajar en la oficina.
--Hoy sí que será mi día—murmuró mientras caminaba presurosa al parqueadero de vehículos--. Y justo ahora que no deseo desencadenar problemas con nadie. ¡Dios mío, el regaño que me espera!—.
En su angustia, que iba creciendo por minutos y que se avivaba como una llama apenas miraba el reloj, tropezó a una mujer. Se miraron por breves instantes y ni siquiera le pidió disculpas. Siguió su camino como si nada.
Minutos después estaba frente al edificio donde laboraba. Era evidente que todos estaban en sus puestos. Ella era la última en llegar. Los segundos que tardó en tomar el ascensor y llegar a su piso, le parecieron eternos. No hacía otra cosa que mirar el reloj. Tan ensimismada estaba que ni siquiera saludó al conserje.
Cuando abrió la puerta, se encontró de frente con su jefe que leía unos documentos al tiempo que avanzaba presuroso. Se limitó a mirarla, sonrió y le dijo:
--Vaya, mujer, temía que te hubiera pasado algo.... a propósito, necesito que archives estas cotizaciones; ah, y hagas unas llamadas telefónicas. El listado de números lo dejé sobre tu escritorio...—y siguió su ruta.
Se sentó como si una enorme carga hubiera caído de sus hombros. Aunque inicialmente vio el día ensombrecido, ahora le lucía esplendoroso...
Tormentas que no existenQuizá le haya ocurrido que cualquier día, y por insignificancias, convirtió un incidente pequeño en una verdadera tormenta y se ahogó, sin proponérselo, en un vaso de agua.
Es probable también que se haya angustiado imaginando "lo que ocurriría" minutos o quizá horas después, pero cuando llegó el momento, nada de lo que construyó en su mente ocurrió realmente. Todo fue diferente.
Pues bien, esa es una tendencia humana: dimensionar aquello que solamente anida en nuestra imaginación. Nos llenamos de angustia y de preocupación para descubrir que algo diametralmente opuesto a lo que pensábamos, fue lo que ocurrió en realidad.
Ante una inclinación así, nuestro amado Dios recomendó a través del salmista: "Deja tus preocupaciones al Señor, y él te mantendrá firme; nunca dejará que caiga el hombre que lo obedece." (Salmo 55:22. Versión Popular).Es probable que hoy haya comenzado el día con inquietudes y desasosiego. ¡Alto! Recuerde lo que acaba de leer en la Biblia y lleve esa ansiedad delante de Dios en oración, así sea mentalmente allí donde se encuentra, frente al computador. Puedo asegurarle que si confiamos en nuestro Padre celestial, Él tendrá cuidado de su vida y traerá paz a su corazón... Recuerde que solamente Él puede cambiar las circunstancias adversas en bendición...