Cuenta la leyenda que un día Dios mandó llamar al diablo y cuando éste compareció le dijo: Son tantas las plegarias que me hacen para que aquiete tu fuerza que he decidido privarte de todos tus poderes menos de uno. Elige, pues, aquel que quieras conservar. El diablo se puso triste, podía escoger sólo un poder para hacer todo el mal posible. Después de pensar, Satanás, hizo una mueca y dijo satisfecho: Me quedo con el poder de desalentar a los hombres. Con eso basta. ¿Puede existir un arma más peligrosa? El desaliento acaba con el amor, la fe, el hogar o el trabajo. Se puede presagiar el fracaso cuando alguien se deja abatir por el desanimo y deja abatir por el desanimo y deja de luchar. El problema no está en las dificultades, que para el animoso son retos, sino en el pesimismo y la desmoralización. Cuida tu fe y aviva la esperanza para preservar y no decaer. Trabaja con ganas y vencerás el demonio del desaliento. Aprende de tantos que se superan y llénate de la energía divina.