Todavía conserva en su memoria aquellos tiempos en los que millares de espectadores gritaban desde las tribunas, aclamando alguna de sus jugadas en el campo de fútbol. Por aquella época Jorge Augusto Escobar estuvo inscrito, en diferentes períodos, en los equipos del Sogamoso Fútbol Club y el Atlético Sogamoso, en Colombia. Soñaba con ser famoso.
Sin embargo una revisión cuidadosa de su existencia le llevó a trazar un nuevo rumbo. Renunció a todo para dejar que aflorara en su corazón la extraña mezcla que le inclinaba a las disciplinas deportivas pero también la vocación de servicio social. Y se dedicó a trabajar en la formación de niños de escasos recursos económicos, teniendo como base el deporte.
Este joven alto, delgado, de cejas pobladas, mirada profunda y un flequillo de cabello que cae sobre su rostro dándole la apariencia de un niño travieso, creó en Santiago de Cali una escuela de capacitación futbolística. Le puso un nombre singular: "Once Cristo". "Nosotros jugamos en el equipo ganador, en el de Jesús que amó a la humanidad y que puso especial cuidado en los niños", explica a quienes le interrogan acerca de su decisión.
Tiene a cargo treinta menores que residen en el Distrito de Aguablanca, una zona marginal del oriente de la ciudad. A menos que se les hubiese ofrecido esta oportunidad, muchos terminarán inmersos en las pandillas, consumiendo droga y exponiendo la vida en actividades ilícitas. Ahora su futuro será diferente, gracias a esta labor incansable que tiene como centro a Jesucristo. Es por amor a Él que José Augusto escobar dedica lo mejor de su existencia a la niñez.
Periódicamente programa con los chicos visitas a sitios atractivos y turísticos de Santiago de Cali, a cines y caminatas para inculcarles valores y generar en sus corazones identidad por su tierra, sus sueños y la necesidad de propiciar el bien común.
¿Cuál es su compromiso?
Latinoamérica es una de las zonas del mundo donde mayor vulneración se genera hacia la niñez. Son víctimas de abuso físico y psicológico. Muchos de ellos habrán sido violados antes de llegar a la adolescencia. Otro buen número seguirá el camino de la delincuencia o de la prostitución porque eso es lo que aprecian en el mundo que les rodea, y de tanto estar asediados por esos antivalores, llegan a considerar que se trata de algo normal.
Surge aquí un interrogante: ¿Cuál es su grado de compromiso con la niñez? ¿Acaso les dedica tiempo? ¿Cuál es su actitud hacia los menores de edad? ¿Hay acaso un claro propósito de hacerles la vida feliz o, por el contrario, ha contribuido a provocarles traumatismos?
Al abordar el tema del Reino de Dios y de la niñez, hay una escena del Señor Jesús que me llama poderosamente la atención y comparto con ustedes. Ocurrió en cierta ocasión cuando sus discípulos discutían respecto a quién sería el más importante. "Jesús, al darse cuenta de lo que estaban pensando, tomó a un niño, y lo puso junto a él y les dijo:--El que recibe a este niño en mi nombre, me recibe a mí; y el que me recibe a mí, recibe también al que me envió. Por eso, el más insignificante entre todos ustedes, ese es el más importante" (Lucas 9:46-48. Versión Popular).
Para Cristo, los niños eran muy importantes. Los tuvo siempre presentes. Se ocupó de ellos. Y para usted, ¿qué representan los niños?