Había un hombre que fue conocido como un problemático que tornaba imposible la vida de quienes le rodeaban. Por muchisimos años maltrató a su esposa, a quien nunca le demostró amor, la conservaba sometida como en las mejores épocas de la esclavitud. En cuanto a sus hijos, ni siquiera podían jugar en casa porque al hombre le molestaba la bulla.
Su comportamiento fue igual durante mucho tiempo hasta el día en que llegó un predicador al pueblo. Se transportaba en el único vehículo intermunicipal, viejo y oxidado, que transportaba personas provenientes de la capital.
El hombre se bajó con sumo cuidado, como quien mide bien sus pasos. Llevaba una enorme Biblia. Organizó todo y predicó en pleno centro de la plaza. Este hombre amante de la esclavitud, se acercó movido por la curiosidad.
El mensaje lo impactó. No pudo negarse. Cuando hicieron la invitación a tomar una decisión de fe, pasó al frente. Y por primera vez desde que tuviera conocimiento, estuvo de rodillas, clamando, con llanto y palabras incoherentes. Él mismo había arrastrado un infierno por dentro y quería salir de él.
Aquél día marcó la diferencia. En adelante su existencia no fue la misma. Cambió. En adelante todo fue distinto. Pensaba y actuaba diferente. Sus actitudes eran diferentes en su conjunto.
Cuando recibimos a Jesucristo en nuestro corazón, viene el cambio. La transformación se torna evidente a todos y podemos asimilar en nuestra existencia lo que recomendaba el apóstol Pablo: "Andad sabiamente para con los de afuera, aprovechando bien el tiempo" (Colosenses 4:5).
Andar sabiamente es medir cuidadosamente nuestro comportamiento, buscando que en todo agrademos al Señor por quien fuimos creados y para quien existimos. Ese pensar y actuar diferente, es un testimonio de que Cristo está obrando en nuestro ser.
Quienes se encuentran junto a nosotros están atentos a cómo actuamos. Mucho más cuando les compartimos que hemos recibido a Jesucristo como Señor y Salvador. Sobre esa base, es primordial que dejemos que nuestro amado Salvador tome el control de todo nuestro ser y nos lleve a ser conforme Él quiere que seamos.