Se atrasó en una cuota de la renta. Una sola. Le mortificó el que transcurriera un día, dos, tres y luego una semana sin que pudiera saldar la deuda. Decidió ir donde la propietaria del apartamento. Le expuso su situación en detalle. "Acudo a su comprensión para pedirle que me permita ponerme al día la próxima semana...", le dijo.
La mujer no dejó que terminara la frase. "No me importa su problema—le dijo--. Es su problema, no el mío. Como en el contrato hay una cláusula—que espero haya visto, por supuesto—en donde abre las puertas para cancelar el arrendamiento unilateralmente en caso de incumplimiento, le ruego que por favor desocupe". Lo expresó con dureza en el rostro, sin mayores miramientos.
Salió de aquél lugar derrotado, como si arrastrara una pesada carga. Sabía que el proceso siguiente consistía en recibir una notificación del abogado. Claro, era consciente de la cláusula, pero jamás creyó que la insensibilidad de aquella mujer fuera tanta.
Aún cuando tenía todo en contra y no quiso compartir con su esposa los alcances del incidente, se retiró a su habitación más temprano que de costumbre y oró a Dios. Al fin y al cabo, razonó, era eso lo que se esperaba de alguien que profesa fe en el Señor.
Dos días más tarde y cuando él menos lo esperó, recibió una llamada en su sitio de trabajo. Le anunciaban no solo la prórroga sino la decisión de la dueña del inmueble, de cobrarle solamente la mitad del valor. "En reconocimiento a que usted ha sido un buen arrendatario y, como desagravio por la forma como lo trató", le explicó el abogado.
Él no esperaba eso. Jamás siquiera imaginó que ocurriría. Sin embargo lo recibió como una bendición de lo alto, de Aquél en quien había depositado su confianza.
Estamos acostumbrados a que todo salga como siempre
Los seres humanos estamos tan acostumbrados que todo salga como siempre, generalmente mal, que no concebimos siquiera el que algo pueda ocurrir diferente a lo que prevemos. Sin embargo el Dios en el que hemos creído es un Dios de milagros. Resta que rompamos la barrera de la incredulidad y comencemos a creer en lo imposible. Lo que humanamente no podemos hacer, para nuestro Padre celestial es muy fácil. ¿Había meditado en eso?
En la Biblia leemos una expresión de gratitud de alguien que experimentó personalmente, las bendiciones de buscar a Dios en procura de su ayuda: "Yo te he invocado, por cuanto tú me oirás, oh Dios; inclina a mí tu oído, escucha mi palabra. Muestra tus maravillosas misericordias, tú que salvas a los que se refugian en tu diestra, de los que se levantan contra ellos" (Salmo 17:6, 7).
Puede que la situación por la que atraviesa actualmente luzca especialmente angustiosa. Sin embargo: todavía hay salida al laberinto. Está en Jesucristo. Búsquele en oración. Él responderá a su clamor. Recuerde que la época de los milagros todavía no termina...