Carlos fue a un cajero automático, entró, puso su tarjeta e ingresó su clave en el cajero automático y, acto seguido, indicó la suma de euros que necesitaba. Esperó unos segundos. El aparato hizo un ruido leve, como de contar billetes. Luego un sonido seco y aparecieron los billetes frente a sus ojos. Lo curioso es que, cuando se dispuso a tomar el dinero, se deshizo en sus manos.
Unos 1.500 billetes, con valor entre cinco y cien euros, se han desintegrado en esa forma desde junio, principalmente en el norte y el este de Alemania.
Un diario tituló: "¡Alerta por ácido en nuestro dinero!". Es un caso único en la historia de la humanidad. Los euros literalmente
se desbaratan ante la mirada estupefacta del usuario del cajero automático.
Resulta interesante cómo el dinero es efímero. Sobre todo cuando es mal habido. En mi pueblo los viejos solían repetir: "Lo que es del agua, el agua se lo lleva" al referirse a que nada que se consigue fácilmente, sobre todo de manera ilegal, perdura.
En una sociedad como la que habitamos, el afán de enriquecimiento lleva a decenas de personas a hacer lo que sea para salir de su situación. Es así como compran loterías o participan en juegos que (en su ilusión) los sacarán del estado económico en que se encuentren, en un abrir y cerrar de ojos.
Al mirar este fenómeno cabe recordar lo que leemos en la Biblia: "Mejor es lo poco del justo, que las riquezas de muchos pecadores." (Salmo 37:16).
Aprendé a vivir con lo que tenés. Agradécele a Dios la provisión. Pero no negocies con Él bajo la creencia de que ser cristiano es sinónimo de enriquecimiento. Él nos da lo que necesitamos, en el momento oportuno. No estoy haciendo un elogio a la miseria, sino haciendo énfasis en que las bendiciones de Dios son para sus hijos conforme Él lo quiere. No te olvides que el Señor tiene sus tiempos, y tené presente que el nos es deudor de nadie. Dios te bendiga.