Un joven salió al campo a meditar sobre la lucha que libraba todos los días contra las tentaciones de la vida. Al mediodía, sentado sobre una piedra en medio de la naturaleza, se puso a seguir el vuelo despreocupado de una mosca. De pronto la mosca bajó en picada hacia el suelo al divisar una telaraña que estaba entre la piedra y la tierra. En el momento de atravesar la telaraña, la mosca quedó atrapada. Comenzó a patalear, pero lejos de librarse mediante sus desesperados esfuerzos, sólo se enredó aun más. Cuando la astuta araña sintió el movimiento de la tela, corrió hacia la mosca y empezó a cubrirla con su hebrita atrapadora. Entonces la araña se apartó para dejar que la mosca muriera lentamente, pues la experiencia le había enseñado que no había que apurarse; al poco rato se daría el gusto de devorar ese delicioso manjar. Pero cuando la araña se alejó, el joven fácilmente liberó a la mosca y ésta salió volando. ¡Cuál no sería la decepción que sufrió la araña al volver y encontrar que su presa había logrado escapar!
El joven no pudo menos que reflexionar sobre aquella lección que le había dado la naturaleza misma. Él era como la mosca, y la araña como el enemigo que lo tentaba a diario. Cada vez que divisaba una atractiva telaraña, se lanzaba en picada hacia ella pensando que podría atravesarla y salir ileso al otro lado. Pero sucedía que casi siempre quedaba atrapado y comenzaba a patalear, procurando desesperadamente librarse de la trampa en que había caído. Cuanto más se esforzaba, más se enredaba, hasta que el enemigo de su alma lo aprisionaba del todo y se apartaba para dejar que muriera lentamente, víctima de las consecuencias de sus actos impulsivos.
¡Cuántas personas no hay en este mundo que, al igual que la mosca, han quedado atrapadas en las telarañas del enemigo! Para unas la telaraña es la pornografía; para otras es el placer sexual fuera del matrimonio; para otras es la codicia de lo ajeno, la riqueza al margen de la ley y a expensas de aquellos a quienes despojan de sus bienes; para otras es la obtención de dinero fácil, arriesgándolo todo en apuestas y juegos de azar; para otras es el escape de la realidad mediante el consumo de alcohol y de drogas. Lo que todas estas telarañas tienen en común es que aprisionan a su víctima con tanta tenacidad que se le hace imposible librarse por sus propios esfuerzos.
A Dios gracias que, así como la mosca de la anécdota, no tenemos que luchar solos contra las tentaciones de esta vida. Cuando nuestro enemigo Satanás nos atrapa en su telaraña, Dios tiene poder para librarnos; para Él es tan fácil como lo fue para el joven librar a la mosca. Y Dios no sólo puede sino que quiere hacerlo. Basta con que se lo pidamos, con las palabras mismas del padrenuestro: «Y no nos dejes caer en tentación, sino líbranos del maligno.» Mt 6:13 Cuando dejamos que Dios nos libre de la telaraña del pecado, salimos volando por la vía libre rumbo al cielo que nos tiene preparado.