Los maestros hacen exámenes escritos y orales para saber cuánto han aprendido sus alumnos. Dios también nos hace pruebas espirituales, pero por una razón diferente. Su propósito no es descubrir algo, porque Él ya lo sabe todo sobre nosotros. Sus pruebas son para ayudarnos a aprender más acerca de nosotros mismos, a descubrir nuevas verdades sobre Él y a crecer espiritualmente.
Nuestro compromiso con el señorío de Cristo es un área en la que Dios siempre nos probará. ¿Nos mantendremos firmes cuando nuestra senda esté llena de obstáculos? ¿Confiaremos en el Señor y dependeremos de Él cuando la vida nos trate duramente? No debemos temer a las pruebas porque nuestro amoroso Padre celestial ha prometido ponerles un límite (1 Co. 10:13), estar con nosotros en medio de ellas (Mt. 28:20b) y hacer que nos resulten de provecho (Jer. 29:11).
Una de las pruebas de Dios a Abraham fue ordenarle que le ofreciera a su hijo Isaac como un sacrificio. Pero la intención de Dios no fue jamás que Isaac fuera inmolado; eso habría violado su naturaleza divina. Tal como el Señor lo había planeado, la prueba reveló el firme compromiso de Abraham con el Padre celestial y la magnitud de la suficiencia y la fidelidad de Dios para con sus seguidores, lo que aumento la fe del patriarca. A pesar de lo doloroso que debió haber sido esta prueba, fue necesaria para que Abraham madurara y se convirtiera en el hombre que Dios quería que fuera.
No todos los cristianos tienen el mismo grado de compromiso con el señorío de Cristo. Pedíle a Dios que utilice los problemas que enfrentas, para profundizar tu devoción a Él y hacerte más como Jesús. Dios te bendiga.