Todavía recuerdo la tarde soleada en que fuimos con mi amigo un joven evangelista a un barrio de Salta, llamado Floresta, para apoyar una campaña evangelizadora del Pastor Quipildor. El punto de concentración era en una esquina polvorienta, en la zona marginal que habitaba un discipulo del Pastor Quipildor, junto con su esposa. El pastor Oscar Quipildor iba con su hijita ( casi 4 años de edad) y llevaba un megáfono al hombro. Estaban predicando acerca del evangelio transformador de Jesucristo.
Aquella imagen me impactó. Me pareció insólito que la tranquilidad de ese pobre caserío, fuera interrumpida por alguien que hablaba de una nueva oportunidad y que aludiera esa posibilidad de encontrar un nuevo rumbo, recibiendo al Hijo de Dios en el corazón.
Yo, como muchos otros fuimos al culto al cual estaba invitando. No puedo negar que me cautivó el mensaje. Pero más, lo que aprecié del pastor. Era un hombre que vivenciaba aquello que predicaba. Vivía humildemente junto con su esposa. Lo hacían con decoro, confiando en la provisión divina que nunca faltó.
Las personas que estaban a su alrededor pueden dar fe de que siempre encontraron testimonio de vida en Oscar Quipildor. Era un hombre de fe que a través de sus hechos, ofrecía la mejor versión de la Biblia de que se pueda tener conocimiento. Era digno de imitar...
El ejemplo personal es fundamental. Las palabras pueden referirse a muchas cosas, pero el testimonio personal es el que realmente impacta. Si en el púlpito predicamos algo que no hemos materializado en nuestra vida, estaremos mintiendo; pero mucho más daño haremos si lo que decimos no va acompañado de acciones concretas.
El apóstol Pablo fue enfático al respecto cuando escribió: "Vosotros mismos sabéis de qué manera debéis imitarnos, pues nosotros no anduvimos desordenadamente entre vosotros" (2 Tesalonicenses 3:7).
Estaba convencido de que sus actuaciones eran un patrón a imitar por parte de quienes lo habían visto. Era evidente que hacía práctico aquello que predicaba. Quienes se encontraban alrededor eran concientes y deseaban seguir sus pasos. Te das cuenta que siempre es mejor mostrarse como realmente sos, que vender una imagen que no coincide con tus actos. Dios te bendiga.