El rey Saúl lo tenía todo: la unción de Dios como gobernante; el profeta Samuel para guiarlo; el poder y la riqueza del reino de Israel; la aprobación de la gente. Sin embargo, murió amargado. ¿Qué pasos lo llevaron a su ruina?
1 La ira. Cuando Goliat fue derrotado, la multitud alabó a Saúl como el que había matado a miles, pero a David como el que había liquidado a diez miles. En vez de regocijarse de que Dios había levantado a alguien para que matara al gigante, Saúl se enojó contra David porque éste recibió más elogios que él.
2 La desconfianza. El temperamento irascible de Saúl afectó su mente, y tuvo sospechas de las intenciones de David. Comenzó
pensando que, debido a que el Señor estaba con David, el joven querría quitarle el reino.
3 El temor. Llevó a Saúl a conspirar contra David y a arrojarle lanzas.
4 El rechazo. El rey envió a David lejos de su presencia.
5 El miedo. El terror de David creció y se hizo más virulento con el éxito militar de David y con el amor cada vez mayor de la gente por él.
6 Actos engañosos. El rey trató dos veces de manipular a David ofreciéndole una de sus hijas en matrimonio. Ambas veces conspiró para que David fuera asesinado por los filisteos, y falló en los dos intentos. La reacción de Saúl fue convertirse en enemigo de David por el resto de su vida. De allí en adelante reinó la amargura.
Aunque los detalles de nuestra vida no son los mismos de Saúl, sí lo son los pasos que llevan a la amargura y a la ruina. ¿Qué ira no resuelta estás dejando infectar? ¿A quién estás evitando por animosidad? ¿No quisieras confesar tu pecado, volverte a Dios y ser libre? Hazlo ahora. Dios te bendiga.